lunes, 30 de diciembre de 2013

Terror de media tarde.

Feliz primavera a todos, queridos telespectadores. Por favor, tomen asiento, está a punto de dar comienzo la nonagésima nona edición de Los Juegos del Mono.

Doy por sentado que todos os habéis enfrentado a uno de esos enemigos silenciosos a los que debemos encararnos tarde o temprano: Una silenciosa y aburrida tarde de domingo.
Sí, amigos. Por A o por B te has quedado en casa, en pleno fin de semana y sin ningún plan en absoluto. Una sensación de agobio comienza a recorrer tu cuerpo, así que corres raudo y veloz en busca de una cura para ese terrible mal que es el aburrimiento.
¿Comer? Demasiado breve. ¿Tener un hijo? Demasiado largo. ¿Escribir un libro? Demasiado esfuerzo. ¿Plantar un árbol? Intestinos demasiado vacíos.

Plantas rodadoras atraviesan la soleada calle. Cigarras entonan su monótona sinfonía. La idea del suicidio se aproxima desde la lejanía, cabalgando a lomos de un hermoso corcel llamado subconsciente.
De pronto, aparece un joven apuesto con promesas de diversión y entretenimiento garantizados: El mando de la tele.
¡Por supuesto! Encender el televisor es la mejor idea que podrías haber tenido. Es domingo por la tarde, mucha gente está en casa, las cadenas de televisión deben estar dando lo mejor de sí para entretener a sus fieles seguidores (por la parte de los coj****).
Enciendes el televisor, pero cuál es tu sorpresa al descubrir que has entrado en el territorio del enemigo más mordaz al que podrías enfrentarte...

Las TV Movies.

En efecto, esas películas hechas sólo para su emisión en televisión, de las cuales destacan dos estilos dominantes:

-Amor pasteloso.

-Mujer que debe encontrar a un asesino.

Del primer estilo me limitaré a decir que un pedacito de mí muere cada vez que veo una de ellas. Y como soy un caballero, pasaré directamente al segundo estilo.

Una mujer, generalmente de entre 30-40 años, rubia, alrededor de la cual se desarrolla a velocidad de vértigo una compleja y para nada exagerada red de engaños y manipulación, tras la que se oculta un despiadado asesino que hará peligrar la vida de nuestra protagonista.
Partiendo de esa base, nos encontramos ante un precioso 50% de posibilidades de que la protagonista sea policía, lo cual aparentemente no influirá en la trama, ya que pese a ser la mejor policía de ese pueblo de mala muerte no podrá confiar en ninguno de sus compañeros ya que, o no están a la altura de sus capacidades como detective, o son demasiado gordos para levantarse de su asiento, o la menospreciarán por ser mujer (porque es muy importante remarcar que vivimos en una sociedad machista para que el público empatice con la protagonista), o en la mayoría de los casos, las tres cosas juntas.
Así que nuestra bella policía deberá desvelar el misterio sin hacer uso de ninguna de sus ventajas como tal, y sin ponerse el uniforme en ningún momento. Porque es policía, pero ante todo, es una mujer coqueta.

Por otro lado, si nos encontramos ante ese 50% de posibilidades de que la protagonista no sea policía, la trama se verá gravemente afectada ya que, por muy inteligente, responsable y capaz que sea nuestra bella amiga, nadie le hará el más mínimo caso y todos la tomarán por la loca perturbada que, por motivos inexplicables, aparenta ser.
Aun así, y pese a no tener ni de lejos la misma preparación en resolución de misterios que nuestra amiga la policía, nuestra protagonista descubrirá al asesino en un tiempo récord, generalmente gracias a que el asesino guarda un registro de sus crímenes en el primer archivador de su despacho (LO MÁS LÓGICO DEL CONDENADO MUNDO), pero ahora se enfrentará a la impotencia de ser tratada como una loca histérica lanzando acusaciones sin fundamento al hombre más respetado del lugar. Y pese a que nos muestran a la protagonista como una mujer inteligente y responsable, en ningún maldito momento se le pasará por la cabeza la descabellada idea de coger las pruebas incriminatorias y usarlas para denunciar al asesino, porque ella es una mujer de principios, y eso sería jugar con ventaja.

Y ahora llegamos al punto en el que ambas posibilidades se juntan, ya que el desenlace será el mismo tanto si la protagonista es policía, como si no lo es.
Tras mucho esfuerzo, nuestra protagonista logra convencer a una amiga de quién es realmente el asesino y lo que planea, lo que condenará a muerte a la amiga, que será asesinada en la siguiente escena, dejando aparentemente sola a nuestra protagonista. Y es entonces cuando el infame villano entra en frenesí asesino, e inicia una cadena de asesinatos, liquidando a todos los amigos y familiares de la protagonista, hasta que aparece el noble caballero dispuesto a ayudar a la bella dama y, si surge, ungir a la protagonista con el sagrado jugo de su potente báculo justiciero. Y juntos se dirigen al escenario final donde se esconde el asesino.
Tras una feroz pelea con el caballero, el asesino es aparentemente derrotado, pero se recupera para asesinar al caballero, y posteriormente ser rematado por nuestra protagonista, que tras tanto disgusto al fin puede respirar aliviada.

Y en ese momento piensas dos cosas: "Valiente hija de la grandísima ****, ¿¡Cómo tienes los santos coj**** de respirar aliviada después de que todos tus seres queridos hayan muerto!?" y "Definitivamente, el suicidio hubiese sido la mejor opción".

Pero ya es tarde, tu aburrimiento se ha convertido en frustración, así que debido al tremendo enfado que tienes por haber cometido la estupidez de ver esa película, decides castigarte a ti mismo quedándote a ver la película que se emite a continuación, con una trama idéntica a la que acabas de ver, con la esperanza de que tu cerebro te haga el favor de explotar para evitarte tal sufrimiento, pero no lo hace.

Así pues, queridos amigos, os deseo que paséis una feliz Pascua. Y ahora os dejo, que está a punto de empezar 'Acosada por un asesino que finge ser un apuesto empresario'.

lunes, 16 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!

Hola amigos, amigas, y tú. Os he reunido de nuevo para comentaros algo que algunos ya sabréis.
Publico en este blog siempre que mi capacidad de concentración me lo permite. Por otro lado, ésta, mi memoria y mi tiempo libre rara vez coinciden, así que a veces las ideas llegan tan rápido como se van.
Y es por esto que os invito a que, si tenéis alguna sugerencia para posibles entradas, sois libres de comunicármelo mediante la caja de comentarios, o por cualquiera de los otros sitios donde seguro sabréis localizarme.
Dicho esto, os dejo esta vez con una entrada sobre esta fecha del año tan adorada por todos:

La Navidad.

En efecto, amigos, no hay nada como la Navidad. Esa época del año -porque sí, no nos engañemos, la Navidad ya es una época y no una celebración- cargada de ilusiones, luces de colores, inadaptados sociales que consiguen trabajo una vez al año como Papá Noel de centro comercial (mis respetos a todos ellos), abetos iluminados, y buenas intenciones. Muchas, muchas buenas intenciones.

Pero los tiempos cambian. Ahora mucha gente desaprueba la Navidad, y algunos de ellos lo argumentan con el hecho de que se trata de una festividad cristiana, y ellos no lo son. Pero no, eso no es más que una cortina de humo.
Porque cuando eres un niño, aunque no creas en la vida y milagros del niño Jesús, o aunque sepas que la mayoría de seres mitológicos de los que te hablaron tus padres no existen (el Ratoncito Perez, el Coco, el Hombre del Saco, Fraga, Papá Noel, el conejo de Pascua, Doraemon,...), aun así, escribes tu carta a Papá Noel porque sabes que has sido un niño bueno, y te mereces esos regalos que tanto quieres, porque para algo tiene que servir haberse portado bien todo el año.

Y empiezas a escribir tu carta:
Querido Papá Noel, ¿Qué tal has pasado este año?
Espero que muy bien. Yo he sido un niño muy bueno, he sacado muy buenas notas, hice caso a mamá y papá en todo lo que me dijeron, e incluso he aprendido a hacerme la cama.

Mi hermanito a veces se pone muy pesado, y alguna vez le he gritado, pero han sido muy pocas y en realidad le quiero.

Así que espero que este año me puedas traer esa bici roja tan chula que vi en el escaparate de aquella tienda hace dos años. Y también el último juego de los Power Rangers, y unas deportivas nuevas que las mías están desgastadas. Pero por favor, no te olvides de la bici.

Espero que te pases por aquí y que te gustaran los polvorones y la botella de Jack Daniels que te dejé el año pasado bajo el abeto y que te bebiste entera. Este año te dejaré otra.

Siempre tuya, Timmy.

Y mandas esa carta a Papá Noel con toda tu ilusión, y esperas cual perrete excitado esperando la hora del paseo hasta la mañana del día 25, para correr hasta el árbol de Navidad y descubrir que ese maldito gordo volvió a traerte un par de calcetines, una colonia que no usarás nunca, un jersey horrendo tejido por tu abuela con una hermosa cabeza de reno en todo el centro, y un par de juguetes que nunca supiste que existían.
Y tu odio hacia ese amable señor crece cuando días después, descubres que al desgraciado del hijo del vecino le trajeron una hermosa bici roja que ni siquiera se merece.

Y ese es un buen momento para odiar la Navidad. Pero no es así.
Empiezas a odiar la Navidad cuando caes en la cuenta de que lo realmente insoportable de estas fechas son:
*redoble de tambores*

La cena navideña.

"¡Genial! ¡Llegó la cena navideña! ¡Llevo todo el año deseando reunirme con esos miembros de la familia que no soporto y con los que no hablo en todo el año!"
- Nadie, nunca.

En serio, si quieres que alguien odie a otra persona, oblígale a cenar una vez al año con dicha persona, repitiendo cada año menú, temas de conversación, posición en la mesa e incluso acontecimientos incómodos que puedan suceder durante la noche.

Y por respeto a la gente que disfruta celebrando la cena navideña no profundizaré en este tema, porque podría dedicar un blog entero hablando de ese familiar que coge una botella de anís y empieza a rascarla con un tenedor PORQUE ESE MALDITO RUIDO INFERNAL LE GUSTA A TODO EL MUNDO, o ese otro familiar que le grita diciéndole que deje de comportarse como un crío, que está molestando a toda la familia con sus estupideces, o ese otro familiar que exclama "¡Dejad de discutir! ¡Es Navidad, en Navidad no se discute! ¡ESTÁIS MATANDO LA NAVIDAD!", o ese otro familiar que se duerme en el sofá y que provoca que nadie tenga permitido hacer el menor ruido PORQUE ES DE MUY MALA EDUCACIÓN HACER RUIDO CUANDO ALGUIEN DUERME DURANTE UNA CELEBRACIÓN.

Pero sí, definitivamente la cena navideña es el mejor evento inventado por el hombre después del suicido colectivo.

¡Salud, y feliz Hanukkah!